miércoles, 16 de marzo de 2016

Cobro de rescate a peregrinos en Navarra

Ayer se publicaba la noticia que anunciaba el cobro de un rescate a dos personas que realizaban, durante este mes de marzo de 2016, el Camino de Santiago por la zona de Roncesvalles (Navarra). El cobro, anunciado por la Dirección General de Interior del Gobierno Foral, supera los 5.000€ y deja pendiente la posibilidad de cobro por parte del Departamento de Salud por la prestación de sus servicios.

Imagen del rescate de la peregrina. Fuente: Navarra.com

El inicio del procedimiento del cobro se debe a una conducta “claramente imprudente y temeraria” a juicio de los servicios forales de Protección Civil, y es que no solo circulaban por una zona en la que la meteorología, condiciones del terreno y exigencia del recorrido recomendaban una prudencia especial, sino que también incumplían la regulación vigente en ese tramo, que permanecía cerrado desde el 1 de noviembre de 2015 en previsión de conductas similares.


Esta restricción de transito fue aprobada por la Resolución 152/2015, del Director General de Interior, en atención a los numerosos rescates e intervenciones que se realizan en la zona por la exigencia de la ruta y la falta de preparación de los peregrinos; hechos que se agravan en situaciones de meteorología adversa y que ponen en peligro tanto a caminantes como a los servicios de rescate intervinientes.

La posibilidad del cobro de los servicios de rescate en Navarra queda establecida en la Ley Foral 21/2012 de modificación de diversos impuestos y otras medidas tributarias que viene a modificar la Ley Foral 7/2001 de Tasas y Precios Públicos de la Administración de la Comunidad Foral de Navarra y de sus Organismos Autónomos, creando un artículo 51 bis que establece como hecho imponible de la tasa :

1. Hecho imponible.
Constituye el hecho imponible de la tasa la prestación de servicios de extinción de incendios y salvamento, bien sea a solicitud de los interesados o de oficio por razones de seguridad, y siempre que la prestación del servicio redunde en beneficio del sujeto pasivo, en los siguientes casos:
c) Rescate en zonas de riesgo o de difícil acceso, cuando sea debido a conductas imprudentes o temerarias del beneficiario.

Varias veces hemos hablado en este blog y en otros foros sobre la conveniencia del cobro de los rescates por actividades en el medio natural. Nuestra postura es contraria pues consideramos que hay otros medios posibles por delante de la sanción económica. Sin embargo a menudo la realidad pone a prueba constantemente cualquier tipo de decisión u opinión que podamos tener sobre estos aspectos. Tan solo una semana después del rescate de los citados peregrinos salta la noticia de un nuevo rescate en el mismo tramo, prohibido recordemos, a otros dos peregrinantes, esta vez en bicicleta.

¿Quizás la sanción acabe siendo la única manera de aprender?

jueves, 12 de marzo de 2015

ENTRE LO IMAGINABLE Y LO IMPREVISIBLE (II)



Terminaba el artículo anterior desgranando las obligaciones que hemos de cumplir todos aquellos que nos acercamos  a realizar actividades en el medio natural: “Entender, anticipar y prevenir todo aquello que es imaginable, para conseguir que solo nos suceda lo imprevisible”. Estas, a priori, simples pautas de acción nos permitirían reducir drásticamente el número de accidentes en el medio natural, y así salvaguardar tanto nuestra propia integridad física como la de aquellos que nos acompañan.

Todos hemos oído, a menudo, frases como “ha sido inevitable”, “no lo esperábamos”, “era inimaginable que ocurriera” y otras del estilo con las que pretendemos ocultar, consciente o inconscientemente, nuestra falta de conocimientos, escasa preparación o limitada capacidad para la actividad en cuestión. Solamente aquellos que se acercan al medio natural  de manera imprevista y/o irreflexiva pueden aducir desconocer fenómenos habituales en este medio como las tormentas con aparato eléctrico, la presencia de nieve, terreno abrupto, desniveles importantes, aludes, cambios súbitos de temperatura, falta de visibilidad, ... Nada de esto es extraordinario, sorprendente o ajeno al conocimiento humano.


Niebla y nieve, el "white out", ¿es algo imprevisible?

Tener la previsión de conocer y valorar estos peligros no es sino cumplir la exigencia legal del artículo 1.104 del Código Civil: “La culpa o negligencia del deudor consiste en la omisión de aquella diligencia que exija la naturaleza de la obligación y corresponda a las circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar. Cuando la obligación no exprese la diligencia que ha de prestarse en su cumplimiento, se exigirá la que correspondería a un buen padre de familia.”

La norma nos manda no solo tener un cuidado general a la hora de realizar nuestras actividades (diligencia del buen padre de familia) sino que además nos obliga a prever lo que pueda ocurrir de manera concreta en la zona de realización de la actividad, en función de las personas que nos acompañan y del momento  en que se realiza (en este concepto de tiempo entraría tanto el meteorológico como el estado de la tecnología y conocimiento humano).

Sería lógico que si fallamos, como responsables de un grupo, por acción u omisión en esta obligación y se produce un resultado dañoso se nos puedan pedir responsabilidades como en cualquier otro campo de la vida.

Actuar con la diligencia de un buen padre de familia

Y esa responsabilidad será analizada por los jueces, quienes, con conocimientos de montaña o sin ellos, han de valorar si los hechos que provocan los daños eran previsibles o no, y en cualquier caso si eran inevitables. Si se dieran estas circunstancias podríamos entrar en el terreno del 1.105 del Código Civil: “Fuera de los casos expresamente mencionados en la ley, y de los que así lo declare la obligación, nadie responderá de aquellos sucesos que no hubieran podido preverse o, que, previstos, fueran inevitables”. Es decir el caso fortuito o la fuerza mayor. En ambos conceptos la consecuencia jurídica es el cese de la obligación de, en nuestro caso, mantener indemnes a personas y cosas. No obstante conceptualmente tienes diferentes interpretaciones que eliminan, en mi opinión, la existencia de la fuerza mayor en el campo de las actividades en la naturaleza.

La doctrina jurisprudencial considera que en ambos casos ocurre un hecho ajeno a la voluntad humana y su producción es inevitable en cualquier caso. La nota diferenciadora es pues la previsibilidad. En los casos de fuerza mayor es previsible mientras que el caso fortuito es del todo imprevisible el hecho que origina el daño. 

Qué podemos entender como caso fortuito en nuestras actividades: situaciones de carácter geo-político (guerra, terrorismo, estados de excepción, …), fenómenos atmosféricos o geológicos extraordinarios (precipitaciones súbitas no previstas,  erupciones volcánicas, terremotos, …), daños producidos por animales (sin ser ni razas ni lugares en que estos sean habituales) En definitiva, todo aquello que, poniendo los medios habituales para su observación, prevención y control afecta de manera directa e inevitable a la actividad que realizamos. Lo IMPREVISIBLE y que, además,  es imposible detener su producción. Solo en estos casos extremos podemos justificar la producción de daños sufridos como ajena a nosotros.

¿Imaginable o Inimaginable? y sobre todo ¿solucionable?

Todo aquello que debemos prever en nuestras actividades, por muy inevitable que sea su producción, es lo que se considera, en sentido jurídico estricto, fuerza mayor: tormentas con aparato eléctrico, fuertes precipitaciones, aludes, caída de una piedra en una escuela de escalada, terreno resbaladizo en una excursión,… son todo posibilidades que, en la preparación de la actividad, hemos debido tener en cuenta para minimizar o eliminar en lo posible que nos afecten. Son por tanto IMAGINABLES y depende de nosotros que nos afecten, pero no su producción. La preparación correcta de la actividad, la adaptación al grupo de participantes y la observación constante del desarrollo han de evitar los accidentes producidos por esta “fuerza mayor”.

Con independencia de la valoración jurídica que se le dé, que no aislándose de ella o negándola, observamos que la previsión, la imaginación y un adecuado conocimiento de la actividad, el terreno y las condiciones que vamos a encontrar nos permitirá detectar y minimizar, cuando no eliminar, las posibles amenazas. Este ejercicio de imaginación y análisis nos llevará a incrementar nuestra seguridad y la de aquellos que nos acompañan.

jueves, 5 de febrero de 2015

Entre lo imaginable y lo imprevisible (1)



Hasta las últimas fechas llevábamos un invierno relativamente tranquilo en cuanto a la accidentalidad en el medio natural (al menos aquella registrada en estadísticas oficiales). Sin embargo el reciente cambio meteorológico, y las copiosas nevadas que ha traído consigo, han disparado la sucesión de estos hechos.

Por desgracia todos ellos tienen un elemento común, y es la existencia de una buena dosis de certidumbre y previsibilidad en las opciones de producción. Eran, por tanto, IMAGINABLES. No son hechos imprevisibles, sino que atendiendo a las circunstancias concretas de las personas involucradas, el lugar donde se producen y el momento en que sucede era fácilmente deducible que estos sucedieran.

Conocer el terreno por donde nos movemos en invierno nos ayuda a imaginar que puede suceder.


El pasado día 30 hubo que auxiliar a un grupo con 33 menores de edad cuyo autobús había quedado inmovilizado en la carretera entre el Camping de Zuriza y el Refugio de Linza en el Valle de Anso, localidad a la que fueron trasladados. Afortunadamente no hubo daños personales, pero no deja de ser sorprendente que a la hora de planificar estas actividades no se prevean estas situaciones, que como ya se ha dicho son fácilmente IMAGINABLES, conociendo la zona y las precipitaciones anunciadas.

El sábado 31 un alud atrapaba a dos esquiadores en una zona cerrada de la estación de Candanchu. Realizaban una excursión con esquís de montaña con un peligro de aludes marcado en 4 (sobre 5), lo que traducido a palabras nos dice que: el desencadenamiento de avalanchas  puede producirse incluso por cargas ligeras (un solo esquiador) en la mayoría de terrenos por encima de los 30º. Adicionalmente es posible el desencadenamiento natural de avalanchas de tamaño medio y grande. Nuevamente no solo era IMAGINABLE la producción de los hechos, sino que tampoco se toman las medidas mínimas para prevenir los riesgos existentes.

Al salir a hacer actividad, ¿estamos preparados para todo lo previsible?

En la estación invernal de Astún han sido varios los aludes que se han producido durante el mismo fin de semana. El sábado un monitor de esquí desencadenaba un alud bajo el telesilla Pastores, que le atrapaba produciéndole lesiones, aunque afortunadamente pudo ser rescatado por los servicios de la estación. El domingo, con la estación cerrada, un nuevo alud por la misma zona llegaba hasta  la caseta de taquillas. 

Igualmente, durante el fin de semana se han sucedido diversos aludes que han alcanzado la carretera de acceso a este centro (afectando a vehículos en circulación). Estos son quizás los casos mas graves por su reincidencia y por la falta de soluciones y de previsión. Quizás la constante presencia de estas avalanchas, y los numerosos daños materiales que ya han producido, no son suficiente precio para la reacción de una clase política, que debería reaccionar antes de que su tibieza y permisividad se cobre vidas humanas.
Por muy extraordinarias que puedan ser estas nevadas, algo que corresponde a los técnicos decir, debemos tener claro los riesgos a que están expuestas ciertas infraestructuras, y más aún las relativas a un sector de la importancia del turístico, para adoptar las medidas necesarias que minimicen sus efectos.

De las noticias que hablan del medio natural ¿cual desentona y por qué?

Esta es la asignatura pendiente en nuestra relación con el medio natural. Entender, anticipar y  prevenir todo aquello que es imaginable, para conseguir que solo nos suceda lo imprevisible.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Estudio "Accidentalidad en el Medio Natural en la provincia de Huesca"

Os adjuntamos a continuación un artículo con algunas de las conclusiones obtenidas durante el estudio que llevamos a cabo en el verano de 2014 estudiando los accidentes en el medio natural en la provincia de Huesca. Esperamos que sea de vuestro interés.

Algo seguimos haciendo mal cuando la principal noticia que ofrecemos continuamente sobre nuestras montañas son los accidentes. Año tras año vemos como aumentan el número de intervenciones de los equipos del Greim en nuestras cordilleras. Y parece que con eso nos conformamos: prevención que no funciona, mala imagen pública de las actividades en el medio natural, y los profesionales del rescate y la asistencia sanitaria trabajando a destajo, aun con las sombras que algunos se empeñan en crear sobre su futuro.

Durante el verano de 2014 he realizado, de acuerdo con la Gerencia del Salud en la provincia y la inestimable colaboración del personal de los centros de salud y hospitales, un estudio sobre accidentes encuestando a las personas que acudían a los centros públicos para su tratamiento tras sufrir un accidente en actividades deportivas en el medio natural. 

 


Los resultados obtenidos han sido especialmente alarmantes pues realizan una radiografía que ha de hacer recapacitar y mucho tanto a los poderes públicos como a los distintos entes intervinientes en el medio. El 90% de los atendidos en los hospitales y centros de salud altoaragoneses son personas procedentes de fuera de Aragón. Es incomprensible que siga sucediendo esto con nuestros turistas y visitantes, uno de los principales activos sociales y económicos de la comunidad.


El estudio desprende varios datos preocupantes para los que no caben soluciones tardías ni parciales. Hay que afrontar este reto con el esfuerzo conjunto de toda la sociedad (montañeros, montañeses, profesionales, amateurs, públicos y privados,…). Nos alarmamos cuando se anuncia el número de rescates anuales o de temporada que proporciona la Guardia Civil; ojala eso fuera motivo de alarma y no la punta de un iceberg de proporciones colosales. Estos rescates suponen únicamente el 10% de las personas que sufren un accidente en actividad deportiva; estamos hablando de unas 2.500 personas que sufren accidentes de mayor o menor gravedad, ¡solo en la campaña estival!


Es destacable además que tanto en número de rescates como de accidentados las actividades deportivas con más siniestralidad son las más sencillas (técnica y físicamente): senderismo y excursionismo.


Los datos todavía más preocupantes al abordar la cuestión de las actividades guiadas: más del 30% de los encuestados atendidos por los servicios sanitarios participaba en una actividad guiada por una empresa o un profesional del turismo activo. Otra muestra más de que algo no se está haciendo bien en nuestro sector turístico.


Otro de los datos preocupantes es el alto número de menores lesionados (un 14% del total de los encuestados); este porcentaje aumenta hasta un 32% en la horquilla de los menores de 25 años. Fallamos por la base y es un déficit que difícilmente recuperaremos en el futuro.

Si aspiramos a que nuestras montañas sean el motor turístico que pretendemos tanto las instituciones públicas (muy especialmente) como las privadas han de comenzar a plantearse que a la oferta de comunicaciones, gastronomía, hostelería, cultural, … hay que añadirle seriamente una política de ocio deportiva que vaya más allá de la creación de instalaciones e infraestructuras y englobe, seriamente, a los profesionales implicados, aspectos formativos y de prevención y una especial sensibilidad por la seguridad global de los visitantes.

Tenemos ejemplos y hay procesos en funcionamiento que están demostrando aciertos, y errores. Solo queda ponerse decididamente manos a la obra. Algunos en ello estamos.


















martes, 2 de diciembre de 2014

Accidentes y Responsabilidad: La viga en el ojo propio



Desde hace unos años parece que una de las palabras que van indisolublemente unidas a los términos "montaña" o "montañero" es ACCIDENTE. Constantemente el mundo de las actividades en el medio natural viene asociado en los medios de comunicación a los rescates, búsquedas, accidentes y demás desgracias; transmitiéndose de este modo una imagen oscura y poco atrayente que, a mi juicio, no tiene nada que ver con la realidad de estos deportes.

Imagen de un rescate en el valle de Chamonix

Esta accidentalidad tan resaltada en los medios tiene, en algunos aspectos, un perfil bastante claro y ante el que es mas que evidente que hay que poner nuevas medidas o cambiar las actuales para disminuir estos hechos: actividades sencillas, personas menores de 30 años, no federados y cuyo accidente tiene, al menos, un precursor en la falta de planificación de la actividad es el prototipo de accidentado en el medio natural.

Existen otros foros para tratar estos asuntos, pero desde aquí queremos, hoy destacar uno de los efectos colaterales de estos accidentes: la judicialización de las actividades de montaña y la cada vez mas reclamada responsabilidad por los daños derivados de estos accidentes. Si el mundo de la montaña ha entrado de lleno en la sociedad es lógico que esta conexión sea bidireccional y por tanto haya una exigencia social que se traspasa al mundo de la montaña. La preocupación por las coberturas de los seguros y su conveniencia para las actividades que se realizan, o la gran expectación, y preocupación, que detectamos en las formaciones que damos en clubes y federaciones sobre estos temas son algunos de los reflejos de las inquietudes y respuestas que estas "nuevas costumbres" han planteado al mundo de la montaña.

 
Momento de una charla sobre Responsabilidad
La Responsabilidad en nuestras actividades tiene su base jurídica en el artículo 1902 del Código Civil "El que por acción u omisión causa daño a otro, interviniendo culpa o negligencia, está obligado a reparar el daño causado". Supone, a grandes rasgos, que habrá de indemnizar a quien sufre un daño (físico y/o material) en el desarrollo de cualquier actividad salvo que se demuestre que es por culpa exclusiva del propio perjudicado. Y es lógico que, en una sociedad cada vez más informada y con mayor facilidad de acceso a la justicia, los perjudicados, o sus herederos o representantes legales, pretendan satisfacer esos derechos que consideran vulnerados.

Hay en otro aspecto de nuestro trabajo en el que también hemos notado este aumento de la judicialización de la vida deportiva. Cada día se nos reclama, profesionalmente, más a menudo para participar como peritos en juicios por accidentes. En nuestro caso añadimos al conocimiento práctico y técnico de distintas modalidades deportivas un importante y determinante conocimiento jurídico de manera que ofrecemos al juez una visión clara y objetiva de un mundo que, normalmente, desconocen por completo.

La actividad del perito es, en muchas ocasiones, fundamental para determinar la existencia o no de responsabilidad en estas actividades. 

¿Cuantas veces hacemos caso a las señales?

Sin embargo, una de las cuestiones que más me llama la atención cuando participo en juicios es la nula capacidad de autocrítica o la incapacidad de reconocer los errores propios que han llevado a la producción del accidente. 

Enlazando esta visión de algunos de los accidentados con el conocimiento de la casuística de muchos accidentes se deducen algunos aspectos que quiero remarcar como posibles ideas para la reducción de los accidentes:

  • La mayoría de los accidentes se producen en actividades sencillas y por errores propios del deportista.
  • La adopción de decisiones erróneas, muchas de ellas generalizadas y repetidas en todas las modalidades deportivas e incluso contrarias a normativas, que no suelen derivar en accidente provocan que no las consideremos equivocadas ni aun después de haber sufrido el accidente.
  • El factor emocional de estos deportes contribuye decisivamente a la creación de situaciones de riesgo que no percibimos como tales.
  • Escasa autocrítica y poca reflexión sobre las propias actividades e incidentes llevan a que estos se repitan y ocasionen accidentes.